martes, 26 de octubre de 2010

Wish list

Quero un can verde e outro gato negro. Quero un novo e remodelado portal espazo-temporal. Quero estar aí e non aquí. Quero correspondencia tradicional e que o carteiro chame, polo menos, tres veces á porta do St. Th. Quero unha aperta que dure eóns. Quero unha toalla nova (a vella non serve nin para vendar feridas imaxinarias) . Quero levarte ao lugar onde vive a maxia e que iso non sexa Disneyland París. Quero ser unha princesa, pero só o tempo suficiente para mercar un vestido rosa, romper e mil anacos a miña tiara e botar de menos o fregar os pratos. Quero unha cámara de fotos que non detecte sorrisos (esa ferramenta non serve de nada cando sempre estamos finxindo). Quero ser quen garde o teu segredo máis escuro (despois de todo ti xa coñeces o meu). Quero mesturar a auga con aceite e facer delo unha pócema máxica que nos volva imbatibles. Quero pasar outro verán agardando avións, pero esta vez con final feliz. Quero ser a última persoa na que alguén pense antes de adormecer e a primeira ao espertar. Quero máis estracións de Adif-Renfe e pastillas Juanola no traxecto Santiago-Vigo, pero non quero facer ese camiño un 8 de Maio. Quero durmir sen soñar, ou soñar sen durmir (a orde dos factores non (me) altera os resultados). Quero recordar como se fan ecuacións de segundo grao sen necesitar manual de instrucións. Quero prender a fogueira de San Xoán no Cabo Norte e empregar como combustible o dicionario da RAG. Quero saltala 9 veces e que iso signifique que os demos non me sacarán danzar a madrugada do 24 (como xa tantas veces me sucedeu). Quero volver a Noruega e quedarme a vivir cos trolls, son feos e vai frío, pero non é unha opción tan descarriada como as que me levo imaxinando meses. Quero ter o pelo longo de novo e poder facer trenzas que me quenten as orellas. Quero poder comer xeado de vainilla con chocolate quente por riba (en Decembro). Quero facerme unha cunca de café con leite ben quente ao chegar das clases de Danés e tomala a sorbos ben curtos na compañía de Tad Williams. Quero deixar de roer as uñas e todos os meus outros malos vicios. Quero martes no Momo. Quero zulos de Avid. Necesito Ramón Cabanillas e poder volver decir (crendoo de verdade) que existir mola. Quero cre(ce)r. Quero regalar chocolates e compartir lakrids con quen teña o valor suficiente e se atreva. Quero que neve en Aalborg e tamén en Vigo. Quero volver falar galego o 99% das 26 horas dos meus días.

Quero ter unha variña máxica que cumpra os vosos desexos, os meus todos poden seguir agardando 8 meses máis.



Las manzanas de la redención

Una idílica parroquia rural en la que ex convictos y otros desechos de la sociedad pueden rehacer sus vidas. Un medio y un método para encontrar de vuelta el camino a la humanidad entendida como el buen observar de las leyes. Cuatro personajes sobre los que gira una sola trama. Cuatro desheredados de la civilización, cada uno con un motivo diferente. Un párroco al que la verdad puede matar, un inmigrante procedente de Oriente Medio cuya ocupación es atracar gasolineras como represalia a la ocupación militar de su país por parte de tropas estadounidenses, un ex tenista venido a menos con una adicción al alcohol y a las relaciones sexuales no consentidas. Y Adam, última incorporación al saldo de ovejas descarriadas de la parroquia. El crimen de Adam no es otro que pertenecer a un grupo de neo-nazis en la Dinamarca del SXXI. Su condena será convivir junto al párroco y sus otros pacientes y hornear un pastel de manzanas.

Ante los requisitos de Ivan, el extravagante y extraordinario párroco, Adam debe imponerse a si mismo un objetivo, una meta que cumplir. Un pastel de manzanas es la, aparentemente, solución más fácil. Un gran manzano, casi curvándose por el peso de la fruta, preside la entrada a la iglesia. El centenario árbol es el orgullo y honra de Ivan, quien día a día observa el progreso de la primavera en cada una de sus hojas. No obstante, las soluciones fáciles, en ocasiones no son las más acertadas. Y Adam, en sus propias carnes, comprobará que el idílico lugar en el que ha sido recluido no es más que otro agujero de miseria. Otra cloaca más donde el infierno puede desencadenarse con graznido de un cuervo y el lento asomar de un gusano a través de una manzana podrida.


Las manzanas de Adán (Adams ӕbler, 2005) funciona como laboratorio de desgracias y desgraciados bajo la estricta atención de un manzano. Lo importante no es en si la localización de las escenas, realmente solo encontramos tres escenarios en toda la obra: una carretera secundaria, la parroquia (con su manzano e iglesia) y un tétrico hospital de provincias. Lo que destaca aquí es la actitud de cada uno de los participantes en el juego de Ivan, en su proceso de reinserción social. Cada uno de ellos tiene una marcada personalidad, unos rasgos que, en todo momento, impedirían su convivencia con personas “normales”. Pero la charada debe continuar y todos fingen vivir en un mundo idílico, ser felices y comer perdices. El film funciona como un mosaico de historias entrecruzadas que nos enseña que la sociedad, en si misma, no está preparada para aceptar en su seno a quien se salga de la norma en lo más mínimo. La única solución que se ofrece a los disidentes es un mundo paralelo, un campo de reclusión, en el que la normalidad tampoco lo es tanto y las normas que rigen el comportamiento humano no son, en apariencia, otras más que la buena fe y unas gafas color de rosa.


Tanto la imagen como la música juegan a favor de una tensión continua que se resuelve en un final circular, quizás esperado, pero no menos impactante. Los primeros planos retratan fielmente emociones que no se describen con palabras y no son necesarias las lágrimas para lograr que, de un modo u otro, nos identifiquemos con el personaje que, probablemente, menos lo merezca. El bien y el mal también están representados en el tratamiento de la imagen y son recurrentes los picados y contrapicados, así como algún que otro plano general con el tenebroso manzano presidiendo el desarrollo de la pesadilla de Adam. A la estética, ya de por si tétrica, de la película, se añade, en los picos de tensión un Cristo crucificado que nos mira con desesperación o un espantapájaros tan mal diseñado que más parece una cruz esperando un condenado.


Adams ӕbler consigue mantenernos pegados a la pantalla durante más de una hora y media mientras una parte de nosotros se debate entre odiar a Ivan, sus métodos y su forma de ver la vida y la otra simplemente desearía poder vivir en un mundo irreal tan tranquilo como el suyo, por mucho que sea una gran y retorcida mentira, ya se sabe, bendita ignorancia.


-You could kill him by making him understand? (Adam)
-Yes, in theory… (Doctor)

-To know God you have to dance with the Devil (Ivan)




(Subtítulos en inglés)

sábado, 16 de octubre de 2010

Oito segredos numerolóxicos

Cóntame un segredo. Algo que ninguén, ninguén máis saiba. Non ten porque ser nada realmente especial. Nada escabroso. Nada escuro. Pero algo único. Algo só para min. Algo que brille de noite como un vagalume incombustible. Algo que aínda que peche os ollos non poda sacar da cabeza. Cóntame algo que nos una para sempre. Unha historia que comece polo final e non teña principio. Desas que (sabes) non me deixan durmir. Atrévete a facerme estar esperta un mes, coñeces a maneira. O insomnio non é un problema de cando en cando, ata senta ben se sabes como aceptalo. Nestas trinta e unha madrugadas de outubro poderemos debuxar xuntos sobre o teito (ese tan branco do que sempre renegas) trinta e dúas maneiras de cruzar o escenario. E todas, todas e cada unha delas, serán nosas. Só nosas. E funcionarán como a máis enxeñosa engrenaxe. Farannos crer que cando saiamos de escena non todo rematará, haberá un epílogo, segunda e terceira parte, nunca un punto e final. Cóntame un segredo, deses que funcionan como banda sonora de toda unha vida de recordos. Por favor.

jueves, 14 de octubre de 2010

No exit

Respiras. Coges aire. Intentas llenar los pulmones con algo parecido a oxígeno. No demasiado puro, por favor, te llega con lo absurdo de tu vida como para, aún encima, tener, ¡justo ahora!, un subidón. Duele. Quema. Sientes como, partícula a partícula, el gas se introduce en tu organismo. Nariz, boca, garganta y descendiendo. Tiemblas. No sientes los dedos. Intentas doblarlos pero hace demasiado frío. Los miras. Subes tu mano a la altura de los ojos y bizqueas. No consigues ver nada. Borrones. Nubes. Estrellas y lucecitas. Nada más. Desistes. Dejas caer los brazos. Peso muerto. Como todo ahora mismo. Te decides a dar un paso más. Te contorsionas hasta alcanzar el bolsillo más recóndito de tu mochila. Deslizas, a tirones, la cremallera. También ella parece congelada. Logras crear un hueco lo suficientemente grande como para introducir tres dedos. Sabes que debería estar ahí lo que buscas, también hoy. ¿También hoy? Rebuscas con dos dedos mientras sigues caminando. Al final deberías llegar a algún lugar (des)conocido, eso sería, definitivamente, lo mejor. ¡Lo encontraste! Con dos dedos sacas el móvil y lo enciendes. Mientras la pantalla parpadea y tu mano vibra dudas. Siempre dudas. ¿Qué teléfono marcar? Sabes, muy dentro de ti lo sabes, a quién llamar. Te sabes de memoria los 9 números que necesitas para hacer esa llamada de socorro. Pruebas. Tres dígitos. Vuelves a dudar. La pantalla se apaga y tienes que volver a empezar. Suspiras. El oxígeno que tanto incendió tus pulmones vuelve a su hábitat natural. Marcas de nuevo. Tres dígitos. Uno. Fem. Dos dígitos. 9. Fem. Y ahora, ¿qué? Da tono. Y mientras tanto tú esperas, sigues esperando. Has llegado al mar. Se abre ante ti el muelle. Como todos los días. Como cada mañana. Inspiras. El aire ya no quema. Ahora es como tragarse todo ese hielo que nunca quitas de la pared trasera de tu nevera en un solo bocado. Un tono, dos tonos, diez tonos. Cuelgas. No hay manera. Sólo queda una opción, aunque reniegues de ella. Rebuscas en la agenda de contactos, desesperado. Estás intentando localizar el único número al que nunca, bajo ningún concepto llamarías. Es vender tu alma a Satán, pero ¡diablos!, lo necesitas. Lo necesitas aquí, lo necesitas ahora, lo necesitas ya. Has subido y bajado por toda la agenda. A, B, C... X, Y, Z... y no está. No está en el lugar que le correspondería. Entrada 119/133. ¿Por qué no está? ¿ A quién llamas cuando la única persona cuya voz quieres escuchar no está en tu rango de alcance espacio-temporal?. Suspiras de nuevo. Siempre se te olvida que cada año nuevo prometes lo mismo, no volver a tropezar con la misma piedra, evitar el callejón que sabes, de antemano, no tiene salida.


Danmarksgade, 09/10/2010

...Y entonces me desperté, recordando que hace diez meses borré esa entrada de mi agenda de contactos. Mis motivos tenía, ni dormida ni despierta se me olvida.



domingo, 10 de octubre de 2010

Nocturno I

A vida non ten sentido, nunca o ten. É só unha coleción de momentos que unimos con saliva, soños e pestanexos pensando que así será moito máis doado seguir respirando. (Como nos enganamos)

jueves, 7 de octubre de 2010

La noche del heraldo

Leyendas. Susurros. Noches de niebla y viento. Galicia, Castilla y León, Asturias y Extremadura. Encrucijadas de caminos rurales presididos por grandes cruceiros de granito y petos de ánimas. El crepúsculo que poco a poco se adueña del bosque hasta sumirlo en la más completa oscuridad. Ramas desnudas de hojas que parecen dedos acusadores. Raíces que se yerguen del suelo para hacernos tropezar y besar el barro.

Y entonces comienza el temblor. Se eleva el rugir del viento, el murmullo se convierte en desgarrador lamento. Decenas de luces comienzan a oscilar frente a la mirada asustada del viajero. En el mejor de los casos serán fuegos fatuos, fruto de la descomposición de la materia orgánica propia del ecosistema. Si no lo son... sólo queda una opción... Premonitoria. Un aviso. Una llamada de atención. Una, solo una, y quizás la última, posibilidad de escapar con vida. Suenan campanas. Avanza la procesión de almas en pena. Las comanda un vivo cargado con una cruz. Esta será su última ocupación conocida. Solo tiene una oportunidad, una en cada noche, de cambiar de trabajo. Solo pasando su funesta carga a aquel viandante incauto que haya decidido aventurarse por sendas nocturnas que jamás debieran ser holladas podrá el heraldo escapar, brevemente, al beso de la muerte.

Y el viajero desprevenido se aventura noche tras noche por el camino que no debe ser recorrido, no lleva consigo más que lo puesto, pero aún así eso será suficiente para estos bandoleros. Solo buscan un alma que poseer. Ninguna otra riqueza humana se les antoja deseable. Solo un alma. Nada más. El caminante se los ha encontrado en esta noche funesta. Poco importa el nombre que sus tradiciones les hayan dado: Santa Compaña, Estadea, Güestia,Güéspeda,Hoste,Genti de Muerti... lo único que queda es el miedo, el pánico. El frío sudor recorriendo sus sienes. El corazón bombeando sangre a un ritmo desbocado. ¿Es ya la hora? ¿Existe la salvación?. Como concienciándose de su destino los perros de la vecindad más próxima empiezan a aullar. Hacen los cuervos un tétrico acompañamiento. La luna se oculta vergonzosa, ni tan siquiera ella quiere mirar.

El caminante tropieza, araña sus rodillas y descalabra sus manos mientras trata de dibujar un círculo que proteja su espíritu. Le flaquean las piernas. El círculo queda incompleto, y las hojas en el camino se retuercen y vuelven negras como abrasadas por un fuego invisible. Los pasos se acercan. ¿Quizás si saliera corriendo? Cientos de tortuosos pensamientos invaden su mente, son tan débiles como las luces que ahora le persiguen. Su cuerpo ha tomado el control sobre su cerebro. Está corriendo. Lo sabe. Lo siente. Pero no lo asume. Se acerca a las primeras casas del pueblo pero la fiebre no le deja reconocer su aldea. Dan las doce en el campanario. TON. TON. TON. Primera puerta a la derecha. TON. No se abre. Llama con desesperación. No hay nadie. Ninguna voz contesta. TON. Sigue corriendo. TON. Tercera a la izquierda. TON. Mira a través de la ventana y golpea con fuerza el cristal. Se asoma una mujer. TON. Rubios cabellos, mirada clara. Sonrisa sincera. Translúcido camisón blanco a la luz de la candela. TON. La doncella entreabre la puerta y también los labios. Sonrisa complanciente, luna llena de marfil protegiendo el secreto de su boca. TON. Estira los brazos. Recoge al viajero. Y niega la entrada con un gesto de su mano a la oscura compañía que hace ondular su capa. TON. La puerta se cierra sin el más tenue sonido, ningún rechinar de goznes osa interrumpir el consiguiente ritual. La luz se extingue también en el interior. TON. Ya no habrá luz en la ventana, nadie aparecerá bajo el dintel de la entrada. No hasta que sea la misma presa quien de nuevo llame a la puerta del cazador.

La luna vuelve a brillar. Las nubes han desaparecido. Los perros han acallado sus alaridos y los cuervos duermen de nuevo, quizá soñando con el busto de Palas. El heraldo de la muerte ha retornado a su lecho. Tampoco esta noche ha cumplido su misión. Cada cuenta de rosario desgranada es una hora menos de vida. Para él, también, solo quedaba esta oportunidad.


5/10/2010 Aalborg, Dinamarca





sábado, 2 de octubre de 2010

La vuelta de los días oscuros

El mundo tal y como Simón, un simple pinche de cocina, lo conocía ha cambiado. Está cambiando. La oscuridad va adueñándose poco a poco de cada resquicio de ilusión. No deja nada al mañana. El ansia de control territorial de un rey acosado por sus fantasmas y la búsqueda de conocimientos malditos de quien una vez prometió proteger la sabiduría del antiguo arte se han unido para llevar desesperanza y hielo a Osten Ard y a todos aquellos seres vivientes que lo habitan. Simón, aquel que nos guie a través de la trama principal, dejará de ser un niño cuya única aspiración es encaramarse al pináculo de la Torre del Ángel Verde, para convertirse en un adulto, con todo lo que ello supone, y nosotros creceremos también con él a medida que nos enfrentemos a los espectros que aguardan a este huérfano en cada curva en el camino.


Elias reina sobre todo aquello que se extiende hasta donde alcanza la vista. Hijo del reconocido Juan El Presbítero, quien unió bajo un solo gobierno a todas las naciones humanas; y actual ocupante del Trono de Huesos de Dragón, llena sus grises días en controlar la vida de castillo y cobrar el diezmo a sus campesinos. La vida podría seguir así eternamente hasta que, seducido por el fulgor carmesí de las palabras de Pryrates decide convertirse en vasallo del Rey de las Tormentas, con las consecuencias que eso conlleva. Desde el momento en que la primera gota de sangre se derrame y el pacto se firme nadie estará a salvo bajo el, escaso, sol que ilumina Osten Ard. Quizás el precio a pagar ha sido demasiado alto, hasta para quien tenía bajo su trono todo aquello que alcanzaba la vista. Pues, nunca, bajo ninguna circunstancia, un humano podrá dominar a aquel que yacía en la oscuridad de las montañas, confinado durante siglos tras haber cometido el crimen más grave.

Con Añoranzas y pesares, trilogía (tetralogía en la edición española) de Tad Williams se nos abre la puerta a un nuevo reino donde dragones, hechiceros, humanos y otra decena de razas comparten un destino común con solo dos opciones: la muerte o la esclavitud a manos de Ineluki, quien una vez perteneció a una de las naciones más gráciles, hermosas y pacíficas que el continente pudo haber visto. Sudor, lágrimas, sangre y oscuridad, eso es lo único que queda ahora en Osten Ard.

"That's what I said. How do you fight a god? We'll be crushed like ants" Another stone went flying out into darkness.
"Perhaps. But if we are not trying, then, there is no chance of anything but this antlike crushing, so we must try. There is always something beyond even the worst of bad times. We may die, but the diying of some may mean living for others. That is not much to cling to, but is a true thing in any case" The troll moved a little way down the path and took a seat on another stone. The sky was darkening swiftly. "Also", Binabik said gravely, "it may or may not be foolishness to pray to the gods, but there is certainly being no wisdom in cursing them"

( página 191, Stone of Farewell, Book 2 of Memory, Sorrow and Thorn. Editorial Legend,1991)