jueves, 22 de julio de 2010

Perros (y dueños) salvajes

Atlántico Diario (22/07/2010) Azuza un perro pit-bull a un hombre tras un accidente

Salía de casa tan tranquila hace un rato cuando me encontré en la plaza un espectáculo, a mi entender, dantesco: Señoras sentadas en los bancos con sus labores de costura o la merienda de sus nietos, señores con su boina y su bastón, parejas jóvenes y no tan jóvenes en las terracitas de los bares, un niño corriendo de un lado a otro tras su pelota y un hombre disparándole a alguien con una pistola de agua. Todo podría ser lo típico de una barriada ideal. Pero cuando me acerqué un poco más comprobé que aquel a quien se estaba mojando no era a otro adulto, sino a un perro que estaba medio tapado entre las mesas de un bar. Un perro que en aquel momento estaba sentado, tranquilamente, con un bozal.

El dueño, aún sujetando la correa del animal (que se parecía mucho a este: ) ,

gritó amistosamente al "atacante", que desde mi ángulo de visión parecía uno de sus colegas, quien siguió rociándoles. La cosa podría haber acabado sin problema ahí, "nos tomamos unas birras y tan amigos", pero no fue es el caso. Por ese entonces yo ya había abandonado la idea de cruzar la plaza y simplemente observaba, haciendo cábalas y anotaciones mentales. El perro se levantó (o lo levantaron tirando por la correa) y su dueño le sacó el bozal. Los ladridos que entonces se escucharon en la plaza eclipsaron cualquier otro ruído de tarde veraniega. El dueño, o el de la pistola(porque ahora las voces se mezclaban con los ladridos) dijo algo, aún en tono amistoso, parecido a "A ver con quién te metes".

Yo, que soy más de gatos y no entiendo mucho de perros, me había quedado en la esquina de la plaza, intentando calcular la trayetoria del animal y la del niño de la pelota, que estaba, a mi juicio, demasiado cerca del animal, puede que incluso perteneciese a ese grupo de adultos. Finalmente me decidí a atravesar la plaza, pero en lugar de hacerlo por donde siempre, lo hice por uno de sus laterales, esquivando las mesas de los bares y al eterno borracho del tercer banco a la derecha. Cuando dejé la plaza, temiendo que los ladridos no fueran precisamente de alegría y cortesía, me paré a pensar en el dueño del animal. A ojo no aparentaba más de 30 años, vestido de sport, con gorra y puede que gafas de sol. Y sin embargo, pese a la aparente normalidad, sacó el bozal a un perro que, si lo llevaba por algo sería (aunque solo respondiera a la actual normativa) en una plaza en la que niños y ancianos pasaban tranquilamente la tarde. Y lo hizo usando además un tono que el animal podría entender como de amenaza.


No tengo perro, nunca he tenido uno, así que probablemente no entienda la relación que se establece entre dueño y animal, tampoco puedo llegar a imaginar lo que se puede pasar por la mente del can en momentos así. Pero a mi se me plantea solo una duda... Viendo todo lo que vemos todos los días en los medios, sabiendo lo que sabemos... ¿por qué?

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