domingo, 7 de noviembre de 2010

Mojn (Allá donde fueres, haz lo que vieres)

Las pequeñas aldeas son un mundo aparte. Todos lo sabemos. La ley de la ciudad no se aplica Todos los vecinos nos conocemos, hemos visto nacer, crecer y morir a la familia que vive en la casa de al lado. Los negocios han estado ahí desde siempre, y confiamos en que siempre lo estarán. Nos sabemos de memoria el nombre de las vacas, cerdos y gallinas de los vecinos, tenemos nuestras pequeñas costumbres, como el colgar la colada de un determinado modo. Todo es idílico. Vecinos cordiales, vivir sin estar pegado al reloj y al silbato del metro, naturaleza en estado puro, benigna y desbocada a un tiempo. La comunidad perfecta, podría ser una utopía fabiana. Pero no lo es. Pues todo núcleo humano, por pequeño que sea, contiene en su interior la mayor de las degradaciones posibles, la de la propia alma y espíritu. Nadie está a salvo, ni el párroco, el médico o el alcalde. Y menos que ninguno de los habitantes cuyas raíces ahondan en el pantano, el nuevo y recién llegado policia.


(Trailer americano de Frygtelig lykkelig (2008))

Así comienza Frygtelig lykkelig (2008), con la llegada de un policia a una pequeña y pacífica aldea del Sur de Jutlandia, una localidad en el que todos se saludan con un breve y sonoro "Mojn", que significa tanto "hola" como "adios". Copenhague, su anterior lugar de residencia, no comparte ningún parecido con el pueblo en el que deberá pasar los próximos meses, hasta recuperarse del, en principio desconocido, problema psicológico que le aqueja. Cuál no será la sorpresa de Robert al descubrir que nada, nunca, es lo que parece, y menos en las pequeñas aldeas.



Frygtelig lykkelig, un film noir que desde el primer momento captura nuestra atención con escenas típicas de western, como el duelo entre el nuevo Marshall y el cacique local para probar su resistencia mutua al alcohol, o de thriller pesadillesco, con la dulce e inocente niña Dorthe paseando un chirriante cochecito de muñecas en la fría y húmeda noche rural. Esta obra, basada en una novela de Erling Jepsen, nos encoge el corazón en un puño en algunas de las escenas más dramáticas, y ponzoñosamente humanas. No hay un exceso de sangre y vísceras, pero Frygtelig lykkelig no es apta para sensibles ni para aquellos que aún conservan su fe en la humanidad. Para todos los demás, cínicos, pesimistas, nihilistas y desengañados, noventa minutos de terrible felicidad.






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