jueves, 7 de octubre de 2010

La noche del heraldo

Leyendas. Susurros. Noches de niebla y viento. Galicia, Castilla y León, Asturias y Extremadura. Encrucijadas de caminos rurales presididos por grandes cruceiros de granito y petos de ánimas. El crepúsculo que poco a poco se adueña del bosque hasta sumirlo en la más completa oscuridad. Ramas desnudas de hojas que parecen dedos acusadores. Raíces que se yerguen del suelo para hacernos tropezar y besar el barro.

Y entonces comienza el temblor. Se eleva el rugir del viento, el murmullo se convierte en desgarrador lamento. Decenas de luces comienzan a oscilar frente a la mirada asustada del viajero. En el mejor de los casos serán fuegos fatuos, fruto de la descomposición de la materia orgánica propia del ecosistema. Si no lo son... sólo queda una opción... Premonitoria. Un aviso. Una llamada de atención. Una, solo una, y quizás la última, posibilidad de escapar con vida. Suenan campanas. Avanza la procesión de almas en pena. Las comanda un vivo cargado con una cruz. Esta será su última ocupación conocida. Solo tiene una oportunidad, una en cada noche, de cambiar de trabajo. Solo pasando su funesta carga a aquel viandante incauto que haya decidido aventurarse por sendas nocturnas que jamás debieran ser holladas podrá el heraldo escapar, brevemente, al beso de la muerte.

Y el viajero desprevenido se aventura noche tras noche por el camino que no debe ser recorrido, no lleva consigo más que lo puesto, pero aún así eso será suficiente para estos bandoleros. Solo buscan un alma que poseer. Ninguna otra riqueza humana se les antoja deseable. Solo un alma. Nada más. El caminante se los ha encontrado en esta noche funesta. Poco importa el nombre que sus tradiciones les hayan dado: Santa Compaña, Estadea, Güestia,Güéspeda,Hoste,Genti de Muerti... lo único que queda es el miedo, el pánico. El frío sudor recorriendo sus sienes. El corazón bombeando sangre a un ritmo desbocado. ¿Es ya la hora? ¿Existe la salvación?. Como concienciándose de su destino los perros de la vecindad más próxima empiezan a aullar. Hacen los cuervos un tétrico acompañamiento. La luna se oculta vergonzosa, ni tan siquiera ella quiere mirar.

El caminante tropieza, araña sus rodillas y descalabra sus manos mientras trata de dibujar un círculo que proteja su espíritu. Le flaquean las piernas. El círculo queda incompleto, y las hojas en el camino se retuercen y vuelven negras como abrasadas por un fuego invisible. Los pasos se acercan. ¿Quizás si saliera corriendo? Cientos de tortuosos pensamientos invaden su mente, son tan débiles como las luces que ahora le persiguen. Su cuerpo ha tomado el control sobre su cerebro. Está corriendo. Lo sabe. Lo siente. Pero no lo asume. Se acerca a las primeras casas del pueblo pero la fiebre no le deja reconocer su aldea. Dan las doce en el campanario. TON. TON. TON. Primera puerta a la derecha. TON. No se abre. Llama con desesperación. No hay nadie. Ninguna voz contesta. TON. Sigue corriendo. TON. Tercera a la izquierda. TON. Mira a través de la ventana y golpea con fuerza el cristal. Se asoma una mujer. TON. Rubios cabellos, mirada clara. Sonrisa sincera. Translúcido camisón blanco a la luz de la candela. TON. La doncella entreabre la puerta y también los labios. Sonrisa complanciente, luna llena de marfil protegiendo el secreto de su boca. TON. Estira los brazos. Recoge al viajero. Y niega la entrada con un gesto de su mano a la oscura compañía que hace ondular su capa. TON. La puerta se cierra sin el más tenue sonido, ningún rechinar de goznes osa interrumpir el consiguiente ritual. La luz se extingue también en el interior. TON. Ya no habrá luz en la ventana, nadie aparecerá bajo el dintel de la entrada. No hasta que sea la misma presa quien de nuevo llame a la puerta del cazador.

La luna vuelve a brillar. Las nubes han desaparecido. Los perros han acallado sus alaridos y los cuervos duermen de nuevo, quizá soñando con el busto de Palas. El heraldo de la muerte ha retornado a su lecho. Tampoco esta noche ha cumplido su misión. Cada cuenta de rosario desgranada es una hora menos de vida. Para él, también, solo quedaba esta oportunidad.


5/10/2010 Aalborg, Dinamarca





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