jueves, 14 de octubre de 2010

No exit

Respiras. Coges aire. Intentas llenar los pulmones con algo parecido a oxígeno. No demasiado puro, por favor, te llega con lo absurdo de tu vida como para, aún encima, tener, ¡justo ahora!, un subidón. Duele. Quema. Sientes como, partícula a partícula, el gas se introduce en tu organismo. Nariz, boca, garganta y descendiendo. Tiemblas. No sientes los dedos. Intentas doblarlos pero hace demasiado frío. Los miras. Subes tu mano a la altura de los ojos y bizqueas. No consigues ver nada. Borrones. Nubes. Estrellas y lucecitas. Nada más. Desistes. Dejas caer los brazos. Peso muerto. Como todo ahora mismo. Te decides a dar un paso más. Te contorsionas hasta alcanzar el bolsillo más recóndito de tu mochila. Deslizas, a tirones, la cremallera. También ella parece congelada. Logras crear un hueco lo suficientemente grande como para introducir tres dedos. Sabes que debería estar ahí lo que buscas, también hoy. ¿También hoy? Rebuscas con dos dedos mientras sigues caminando. Al final deberías llegar a algún lugar (des)conocido, eso sería, definitivamente, lo mejor. ¡Lo encontraste! Con dos dedos sacas el móvil y lo enciendes. Mientras la pantalla parpadea y tu mano vibra dudas. Siempre dudas. ¿Qué teléfono marcar? Sabes, muy dentro de ti lo sabes, a quién llamar. Te sabes de memoria los 9 números que necesitas para hacer esa llamada de socorro. Pruebas. Tres dígitos. Vuelves a dudar. La pantalla se apaga y tienes que volver a empezar. Suspiras. El oxígeno que tanto incendió tus pulmones vuelve a su hábitat natural. Marcas de nuevo. Tres dígitos. Uno. Fem. Dos dígitos. 9. Fem. Y ahora, ¿qué? Da tono. Y mientras tanto tú esperas, sigues esperando. Has llegado al mar. Se abre ante ti el muelle. Como todos los días. Como cada mañana. Inspiras. El aire ya no quema. Ahora es como tragarse todo ese hielo que nunca quitas de la pared trasera de tu nevera en un solo bocado. Un tono, dos tonos, diez tonos. Cuelgas. No hay manera. Sólo queda una opción, aunque reniegues de ella. Rebuscas en la agenda de contactos, desesperado. Estás intentando localizar el único número al que nunca, bajo ningún concepto llamarías. Es vender tu alma a Satán, pero ¡diablos!, lo necesitas. Lo necesitas aquí, lo necesitas ahora, lo necesitas ya. Has subido y bajado por toda la agenda. A, B, C... X, Y, Z... y no está. No está en el lugar que le correspondería. Entrada 119/133. ¿Por qué no está? ¿ A quién llamas cuando la única persona cuya voz quieres escuchar no está en tu rango de alcance espacio-temporal?. Suspiras de nuevo. Siempre se te olvida que cada año nuevo prometes lo mismo, no volver a tropezar con la misma piedra, evitar el callejón que sabes, de antemano, no tiene salida.


Danmarksgade, 09/10/2010

...Y entonces me desperté, recordando que hace diez meses borré esa entrada de mi agenda de contactos. Mis motivos tenía, ni dormida ni despierta se me olvida.



4 comentarios:

  1. Si tenías tus motivos y ya está hecho no le des mas vueltas. Seguro que tenía que ser así.

    ResponderEliminar
  2. Mónica: Algo, estoy aprendiendo. Pero mis conocimientos son los propios de un mes con cuatro tres horas a la semana y poca técnica por parte de los profesores...

    ResponderEliminar
  3. Que la sabiduría la tuya!
    Yo solo se decir ya ya

    ResponderEliminar